domingo, 19 de abril de 2015

IX Media Maratón de Segovia

12 de abril de 2015

21.095 km / 1h48m / 5m09s x km





La media de Segovia. Compromiso anual desde que me apunto a carreras. Nueve años ya, sin faltar ninguno, en la ciudad del Acueducto. Ha habido de todo en esas pruebas en las que he participado por buena parte de la península y algunas escapadas internacionales. Desastres y triunfos. En Segovia también, sin pensar en el tiempo, ha habido dias de pasarlas canutas y otros de mejorar expectativas. Lo que sí me encuentro siempre en la capital castellana es una sensación de euforia y de empatía con la ciudad. Algo que hace que repita año tras año.







En esta ocasión, va cambiando la cosa, noche en el hotel con mi familia y la de Fernando. Por la mañana tranquilamente a la línea de meta con apoyo logístico. Desde los tiempos de salir solo de madrugada en Leganés...

Nervios, adrenalina, frío nervioso...lo habitual en la línea de salida. Un día magnífico, temperatura perfecta. Los paracaidistas no aterrizan por no se qué del viento, ellos sabrán lo que pasaba. De repente Angus y compañía descargando el Thunderstruck y BOOOOOOOOOOOOM (cañonazo) y a correr.






Mucha gente. Con tranquilidad intento poner trote cochinero y no llevarme por la energía contagiosa de la salida. Creo que lo consigo. Adelanto al globo de dos horas con la sensación de que va a ser lo único que adelante hoy. Pierdo a Fernando y le veo progresar. Yo hoy me lo voy a tomar con calma.






La primera cuesta sin problema, bajamos hasta el parque y bajamos, bajamos...me encanta este recorrido. El tramo al lado del río es espectacular de bonito. Regulo sin hacer el perezoso pero tampoco forzando ni lo más mínimo.

Repecho que tira de los riñones y ya estamos en el cuestón que desemboca en la primera pasada por el acueducto. Lo hago a buen ritmo, es decir, a ritmo constante y bien.






El recorrido por el casco viejo lo disfruto mucho. Al no ir asfixiado contemplo la ciudad a la vez que le doy buena caña a las piernas.

En la puerta del Alcázar me doy cuenta que han caído los kilómetros casi sin darme cuenta. Afronto la bajada y la subida alejándonos del centro histórico con suficiencia de fuerzas. Qué recuerdos cuando se ve a lo lejos el jodío pastor y su glorieta, lo que era el anticipo de un vía crucis donde ibas recogiendo cadáveres de compañeros corredores y en alguna ocasión ejercienciendo también de zombi con mallas. Hoy no, el recorrido además de mucho más bonito es más suave y a estas alturas quedan unos cuatro kilómetros. Ya pesan en las piernas las subidas y las bajadas, pero ataco los últimos tramos con mucha fuerza. No sé el tiempo que llevo ni me importa, estoy disfrutando de verdad. Hay una última cuestita que termina en una curva y ya sé que es toda bajada.

De nuevo doy con los del jamón y el vino, que se colocan en un tramo desde el que se ve el comienzo del acueducto, cuando por unos metros parece una reguera normal y corriente antes de convertirse en la espectacular obra de ingeniería. No puedo pasar de largo y engancho unas lonchas de jamón recién cortado y un trago de tinto de una bota que alguien me pasa. Buf, ni que fuera Viagra. Las viandas me provocan tal ataque de energía que afronto la línea de meta esprintando. 

Cuando ya veo el acueducto todo para mí y voy desbocado, liberando la tensión de meses (trabajo, familia, etc.) acumulada, aparece mi tronco, mi pequeño gran tronco y cogiéndonos de la mano llegamos a la meta. Subidón increíble.






Casi tendría fuerzas para darme la vuelta y hacer el recorrido inverso, buscando la célebre distancia del atontado que corrió con la armadura puesta para soltar aquello de Ne nike kame. Es un proyecto que me ronda la cabeza últimamente y quizá materialice el año próximo, que casualmente cumpliré 42. No hacen falta más pistas, ¿no?. Seguiremos informando.