sábado, 24 de diciembre de 2011

VIII Carrera de Navidad de Cercedilla

Cercedilla. 18 de diciembre de 2011.

13.5 km / 1h 20m 20s / 5m 57s x km

Recogí al Fernan y a Dani en el portal de la casa del primero. Desayunamos como campeones en el Leganés Uno y caminito de jeré hasta Cercedilla. Fuimos con bien de tiempo, lo que nos permitió hacer las cosas con calma. Recogimos la bolsa con los regalitos, nos cambiamos, un poco de trote para calentar y ya estábamos en la línea de salida. Un poco de bromas nerviosas y

CUENTA ATRÁS Y ... A CORRER

Empieza la carrera con cuestas abajo, mucha gente aunque no llegamos a apelotonarnos, en cuanto salimos del pueblo empieza el tomate. Y el tomate es el cuestón. Enseguida empiezan las primeras rampas, las más duras que nos encontraremos. Intento subirlas sin parar de correr, aunque ese trote tiene la misma velocidad que una marcheta rápida andando, consigo subir todo corriendo.




Esto me ayuda para no salirme de la carrera y en cuanto bajan las cuestas y hay rampas planas o descendentes seguir apretando. La primera parte transcurre por pistas, así que la serpiente multicolor se estira enseguida.

Llega el tramo en el que se abandona la pista y empieza el slalom. A partir de aquí, se disfruta de verdad. Corriendo entre pinos, hay que tener mucho cuidado con no pisar una piedra mal puesta y no torcerte el tobillo o caerte.



En la zona de Las Dehesas sí hay aglomeración. Hay pasos de arroyos y puertas de ganado que necesariamente obligan a pasar de uno en uno y claro, hay que esperar el turno. Bueno, no creo que fuera a batir el record de la prueba hoy.

En las carreras, tengo la costumbre, no sé si sana o cansina, de avisar los escalones, bordillos, conos, tapas mal cerradas, etc. al correrdor que va detrás de mí. Lo hago con un gesto con la mano detrás de la espalda. Algunos lo agradecen y otros no, pero yo me alegro cuando alguien también lo hace cuando yo voy detrás.

Aquí no, en una carrera como esta cada uno se atiende a sí mismo y bastante tiene con no caerse. Bueno, si hay algún obstáculo muy muy grande si se suele dar una voz. Al principio me sorprende, luego entiendo que si tienes que estar avisando a los demás por cada pequeño obstáculo, no puedes dedicarte a evitar los tuyos.

Los 13.5km se me hacen relativamente cortos, ya que todo el recorrido es muy variado; subes, bajas, llaneas, bajas sorteando pinos a toda leche...

Cayeron unos copos al principio, pero en la segunda mitad de la carrera daba el sol ya en la sierra.

Cuando ya las piernas empiezan a notar el esfuerzo, viene la bajada tremenda (al día siguiente, agujetas seguras en los muslos) y ya estás en el pueblo.

Una carrera estupeda, el tiempo solamente me sirve de referencia para el año que viene, si consigo participar. Buena organización.

Cuando en casa miro la clasificación veo que he llegado el 75 de mi categoría. No está mal, de hecho sería mi mejor participación en alguna carrera, aunque realmente el puesto que me corresponde es el 470 o así. El cachondo de mi primo me inscribió en Veteranos B. Ná menos, a partir de los 50. El caso es que aún así acabaron delante de mí 74 personas que están corriendo con más de medio siglo a sus espaldas.




N del A: Las imágenes (menos el vídeo de entrada en meta que es de Corriendovoy.com) son de Nacho Cembellín www.nachocembellin.blogspot.com que además de esta carrera, muestra cantidad de países y gentes muy interesantes. Un gran trabajo de fotografía en cada entrada de su blog.











sábado, 26 de noviembre de 2011

Subida al puerto de la Fuenfría

Cercedilla, 25 de noviembre de 2011

21.74 km / 1h26m / 15km x hora




Aprovechando mi día de asueto semanal, en este horario de casi parado que tengo, subí a Cercedilla a por los dorsales de la carrera de navidad del 18 de diciembre y ya puestos ¿por qué no subir la Fuenfría?

Me llevé las zapas y un bastón por si una vez arriba me petaba darme un paseillo por allí. No pudo ser.

La expedición estuvo en un tris de no llevarse a cabo, Nicolás se levantó con fiebre y no sabía si llevarle al cole o no. Al final, chute de apiretal y palante. Total, la infección iba a progresar de todas formas como así fue.

Pandora tenía actividad en la guardería con la abuela, así que también fue un pequeño follón. Al final conseguí dejar a cada uno en su puesto, más o menos a su hora. Eso sí, desayunando poco y mal, cosa que no me gusta pero bueno, era un día raro.

Tuve que echar sopa, otro retraso.

Bueno, no hay que agobiarse. Desayuné con Clemente en un bareto de Cercedilla y sentado en la mesa se me iban los pies pensando en el agradable paseo que me iba a dar.


Dicho y hecho, subí hasta el primer aparcamiento de Las Dehesas (qué recuerdos, el cuestón desde la estación hasta ese punto, siempre me pareció lo peor del puerto) me puse los achiperres y a pedalear.

Qué gran día hacía, sol de otoño, viento frío, el campo húmedo de las últimas lluvias. No esperaba nieve ni hielo, como va el año, no.


Joer con el puerto, hasta el mirador de los poetas el 75% del mismo, tiene rampas potentes, lo recordaba más tendido, debe ser que me pesa el culo aún más que antes. Además, como dejé el coche en la primera rampa, pues tuve que empezar con el molinillo desde el minuto inicial, sin ningún descanso. Qué era aquello de calentar…



Desde el mirador, se atraviesa una pradera típica de la sierra de guadarrama y ya te metes en el último tramo, el del mirador de la reina. En el puerto ya se veía pasar el viento del norte a toda leche, el Montón de Trigo tapado a veces.



Total que una vez arriba, mear, comer algo, vaciar el bidón de agua y para abajo Yuuuuuujujuju los años que tengo y todavía me pone bajar a todo meter un puerto de montaña con la bici.




De camino para arriba fui probando las nuevas capacidades de mi teléfono listillo, la brújula, el GPS, lo de compartir la ubicación via Whatsapp. Sobre todo esto último es lo que veo más útil, yo creo que ha sido la primera vez que comunico exactamente a alguien dónde he hecho la excursión.





Un paseito de 1h30m. Genial. Ahora a casa a hacer las tareas propias de mi sexo y condición laboral; a saber, recoger a los chavales y llevarles al médico.

miércoles, 26 de octubre de 2011

XXI Media maratón de Valencia


Valencia, 23 de octubre de 2011.


21.097 m / 1h37m45s / 4m38s x km





Lo único bueno de haber estado casi en paro ha sido que he tenido mucho tiempo para dedicarme para hacer deporte, así, además de excursiones como La subida a Peña Ubiña en León, La excursión en BTT al Alto Tajo o la Ruta Leganés-Aranjuez, también pude correr y correr a horarios privilegiados (a media mañana) y por donde yo he querido: Polvoranca, Casa de Campo…

Así que ví que tenía nivelillo como para intentar bajar mi marca en media maratón. Estuve a punto de ir a la de Fuenla, pero el recorrido tan feo que habían preparado me hizo desestimar esa opción. Ahí estaba la media de Valencia, un circuito llano y por el medio de la ciudad, organización de gran evento, etc. Pues para allá nos fuimos todo el clan.














































Eso sí, si vas con críos a una ciudad no les puedes tener una hora en la feria del corredor. No, hay que ver el Oceanografic, la exposición de dinosaurios, el parque del río Turia… Además, si vas a la casa de unos amigos, qué menos que alternar con ellos (copas incluidas) en las dos alegres cenas que pudimos disfrutar con Eloy y Hermi.

Total, que de nuevo hice todo lo que no hay que hacer antes de una carrera. Como siempre, esto está siendo ya una costumbre. El día que prepare una carrera y la víspera me lo pase durmiendo, estirando y comiendo pan con macarrones seguro que me da una pájara.

En fin, que ahí estaba. En la salida. Llegué por los pelos, ya que tuve que enlazar tres tipos de transporte público diferente y en domingo por mucho medio maratón que haya, los horarios de trenes, metros, etc. son de domingo.

La Carrera

Los instantes previos de las carreras es cuando uno se echa un abrazo con el compi, se bromea, grita… últimamente voy solo y echo de menos esas risas con el Mario o con el Abel. Pero bueno, también tiene la ventaja de que se pone uno en plan profesional y se concentra para el esfuerzo que viene.

PUM y a correr

Me he puesto bastante adelante, solamente me saca la cabeza de carrera 45 segundos, pronto la carrera me pondrá en mi lugar. Hay mucha gente pero se corre bien. El primer kilómetro, a 4m45s. Perfecto.


Los otros cinco kilómetros, más rápidos. Termino los primeros seis kilómetros mejor de lo que pensaba. Las avenidas grandes favorecen acelerar. Es cierto que es casi totalmente plana.













Me encuentro a dos del club de maratonianos de Leganés. El primero me pasa bastante rápido, ese va a hacer un buen tiempo. El otro va conmigo un rato y luego baja un poquillo mientras yo acelero pasado el 10.


Los segundos seis kilómetros muy bien también. Bajo un poquillo el ritmo porque me asusta cagarla y agotarme demasiado. Al no conocer el recorrido, uno va más distraído y los kilómetros caen sin darse cuenta.


Los terceros seis kilómetros los afronto bien. Se nota el desgaste en el km 12 ya, pero en general bien. El cronómetro me dice que voy a conseguir bajar de 1h40m seguro.












¿Qué por qué mido la carrera en etapas de seis kilómetros? Pues porque mi circuito del Parque Polvoranca en Leganés mide esa distancia.  Le he dado tantas vueltas (cientos) durante madrugadas, mañanas, tardes y noches que si me van marcando los puntos kilométricos puedo asociar las sensaciones del momento con las experimentadas entrenando.
 

Regula, regula, que aún te quedan ocho. Hay que dar un apretón en los últimos dos.



La de veces que habré entrenado dando una vuelta, evaluándome, otra vuelta, lo mismo y por último otra vuelta más. Sabiendo que tras esos 18 kilómetros, con tres kilómetros más (media vuelta) ya tenía la media maratón.

Pues ya estoy en el centro de Valencia, exactamente en el kilómetro 15. Buf se nota el cansancio de ir a ritmo superior al de entrenar. Estoy sudando como un cochino, bebo un traguito de bebida isotónica. Con intentar no atragantarme se me ha pasado echar un vistazo al Miguelete, qué recuerdos y cuántos años. Venga, hasta el 18 a ver cómo estamos.







Pues el 18 ya te pilla fuera del centro. Es curioso lo rápido que se acostumbra el cuerpo a ir sin cuestas, las dos subidas de los puentes sobre el cauce del Turia se hacen duras, y no son ná.



Ya lo tengo. Voy a bajar de 1h40m seguro, voy con tiempo de menos de 1h39m. Bastante menos. Dudo en el momento de “atacar” y me espero hasta el kilómetro 20. Ahí sí, como un loco me pongo a correr –esprintando es mucho decir a estas alturas pero lo más rápido que puedo- gritando y adelantando gente.












He quitado la vista del cronómetro en el reloj de pulsera, así no lo miro mientras hago el esfuerzo final. Ya tengo la meta todita para mí. Subo los brazos y sé que tengo mi “record”. Satisfacción y bastante frío.

Recojo la bolsa del guardarropa. Llamo a mi familia lo primero, qué ilusión compartirlo con ellos. Me cambio como puedo en un baño público que olía a rayos y pillo el tranvía y el metro hasta la estación del avestruz. Una siestecita y regreso a Madrid.

Muy contento, para qué negarlo. Me pongo el objetivo de bajar de 1h37m. Creo que asequible. A seguir entrenando, a bajar de 94 kilos. En carrera, podría haber apretado ya en el kilómetro 19 como mínimo, con buena cabeza incluso desde el 18. Eso sí, esta carrera es muy rápida, en otras (Segovia por ejemplo) no es tan fácil hacer estrategias.

Por ahora, a disfrutar el momento y a disfrutar corriendo.

 



Gracias a Eloy y a Herminia, por ser nuestra familia estos dos (cortos) dos días que hemos estado en su casa. 

miércoles, 31 de agosto de 2011

Peña Ubiña

Peña Ubiña desde la casa de los amigos

En lo que está empezando a ser una sana costumbre, en el periplo norteño -también llamada “la ruta del ocupa” ya que vamos visitando a amigos de esos que dicen “Sube cuando quieras” y no les damos tiempo a que terminen la frase- recalamos en Babia. Allí aproveché para subir a Peña Ubiña, una de las montañas más bonitas de la piel de toro.

Por la mañana, no demasiado temprano porque no encontraba la cámara ni las llaves del coche, salí hasta el pueblo cercano de Villargusán. Allí comencé a caminar. Le pregunté a un paisano y me indicó el camino.

-¡Ten cuidao que hay unas colmenas, no te vayan a picar!.

Tendría gracia que no me piquen las mías y que me dejara picar por estas ajenas. Bueno, seguí caminando sin hacer ruido para no mosquearlas y en cuanto cogí algo de altura saqué una imagen del camino hasta el primer collado; unos días después ya en casa, estuve brujuleando por San Google y flipé con la aplicación de ver en relieve. Aquí se ve el resultado:


Por encima de Villargusán y las colmenas



El mismo punto, desde Google



Con bastante calorazo llegué hasta el collado que separa la Peña Ubiña y la Ubiña pequeña. Ahí empezaba la montaña bonita de verdad.



Las últimas vacas que ví, por encima ya solo grajos y chovas


 Por la falda de mi chica de ese día fui subiendo entre praos que se iban transformando en pedreras. Me encontré a un grupo de ingleses coloraos como cangrejos que también iban para arriba. Eyvaisparriba? güat? Jelo! oh Jelo! Güerduyucamfrom? Igland okeysiyulater yesyes


Arista sureste



Cansado de la pedrera ví una canal que subía y tiré directo a la cima, a la media hora me había metido en un marronazo. Cada vez más pendiente, hasta que había que agarrarse un poco, luego agarrarse de verdad y al final me encontré subiendo por un diedro con una buena hostia abajo y para arriba parecía aún más chungo. Me dije, anda salao, que ya eres padre y no es plan de hacer el gamba. Así que bajé como pude.


Recorrido desde el collado entre las dos Ubiñas hasta la cima




Mirando a Asturias, hacia el este


Ví a unos que subían por la arista sureste. Parecía que iban bastante cómodos así que llegué hasta su ruta, comencé a subir hasta la cima, viendo unos paisajes flipantes.

El incidente

Iba por detrás –más bien por debajo porque prácticamente se va escalando por una pedrera- de unos chicos. Se desprendieron unas cuantas piedras un poquillo grandes, así que aproveché que descansaron un poco para adelantarles y subir yo por encima de ellos y así no estar bajo la “lluvia”. Pero resulta que para rebasarles fui por una zona fuera del camino y ahí las piedras estaban más sueltas todavía.

Ahí pudo haber una desgracia.

Desprendí unas piedrecitas, que desprendieron unas más grandes, que soltaron un pedrolo. El meño en cuestión era como un paquete de bimbo de grande, solo que pesaría mínimo 6 o 8 kilos. Pues justo iba hacia uno de los chicos que había adelantado. Le grité PIEDRA PIEDRA PIEDRA, su compi tambié le gritó, la muchacha miró para arriba y vió lo que le venía encima. Qué suerte tuvo, en el último bote justo antes de darle en toda la cara la piedra se partió en dos y pasó un trozo a cada lado de su cabeza. Ella no llegó a ver la jugada pero yo que estaba justo encima puedo asegurar que ese día gastó una de las vidas del juego. Por mi culpa. 


La cima


Peña Ubiña 2447 m



La verdad es que se lo tomaron con humor. Menos mal. La cima estaba muy cerquita y enseguida la Peña Ubiña me regaló unos paisajes increíbles, con mar de nubes hacia Asturies.  Llamé a mi chica y como se ve la peña desde la casa de los amigotes, les hice señales reflejando el sol con un CD que me había llevado, a Nicolás le hizo ilusión ver a su papá allí subido. A mí también me encantó disfrutar de la montaña y de la familia a la vez. Además de la pareja cuya chavala casi le atizó la piedra estaban también los ingleses y otro par de tíos que habían subido después.


Picos de Europa desde la cima, se distingue el Sr. Urriello y Peña Santa



Desde la cima

Genestosa desde la Peña


Después, la pedrera asesina me dejó bajar haciendo slalom pedregoso, así que la bajada fue mucho más rápida. Tardé poco en bajar otra vez al pueblo y de ahí a ver a la familia, que me recibió como si hubiese subido al K2 a la pata coja.


Praos hacia el puerto de Tuiza


viernes, 1 de julio de 2011

Ruta por el alto Tajo. Cañon del río Tajo.



Pues otro recorrido que tenía pensado explorar desde hacía tiempo: El cañon del Tajo, desde el Puente de San Pedro hasta Peralejos de las Truchas. No hice el recorrido completo, de lo que me alegro mogollón porque así iré otra vez a hacerlo entero. Me lo he pasado en grande.

Salí por la mañana sin madrugar ni apurarme mucho, hasta las 9:00 que abrían haciendasomostodos no tenía nada que hacer. En cuanto solucioné el tema y terminé la gestión YUUUUUJUJU, a la sierra de Cuenca. Está lejos, 2 horas a mi marcha borreguera con la furgo, pero tenía que aprovechar que los chicos están en Alcubillas y yo no curraba. Era el día.



A las 12:00 ya estaba pedaleando, a las 12:01 ya estaba haciendo una foto. Toda una descripción de lo que iba a ser la jornada: el Tajo con sus aguas cristalinas, monte cerrado, farallones rocosos, buitres por toda compañía y una pista larguíiiiiiiisima toda para mí. El coche lo dejé en una especie de horno, pero en cuanto la pista bajó hasta la orilla del río se dejaron de oir a las chicharras y el acompañamiento a mis pedaladas fue el rumor del agua saltando por las rocas.




El recorrido es, obviamente, ascendente según vamos aguas arriba. Hay bastantes toboganes e incluso un aprendiz de puerto. El regreso sería más cómodo.

La verdad es que se pasan los kilómetros sin darse uno mucha cuenta, ya que mis sentidos estaban dedicados a disfrutar del recorrido. Las fotos no hacen justicia, normal, a ver quién mete paisajes tan enormes en ese cacharrito tan chico.



Cuando ya me acercaba al Salto de Poveda, mi querida compañera atascó la cadena entre los piñones y dejó el cambio bastante deteriorado. Estaba a 25km del coche. Casi me cago encima. Creí que no iba a poder engranarla de nuevo, lo que implicaría recorrer esa distancia a calcetín. Menos mal, pude hacer un apaño y volver sin demasiados contratiempos. Allí me dejé las gafas de sol, si alguien las vé, andarán huérfanas las pobres. Son unas gafotas grises, las más baratas del Decathon (yo soy así).



Agua verde-turquesa. Agua pura y fría de coj......













Amenazantes cuchillos cercan el camino, nos esperan para que nos lo pensemos dos veces cuando nos toque pasar.
Farallones calizos, parecen cuchillos o quizá los ganchos de los antiguos gancheros, que empezaban aquí y no paraban hasta Aranjuez, guiando a toneladas de madera como si fueran pastores de árboles.





Tengo pendiente leer también "El río que nos lleva" de José Luis Sampedro. Ví la peli hace mucho, ahora es el momento de leerlo.



Antes de emprender el regreso, el baño de rigor en el Tajo.

Quién te ha visto, río, en el Mar de la Paja de Lisboa y en los jardines del rey de Aranjuez, sucio y apestoso. En cambio, en la serranía de Cuenca baja este río por SU barranco con aguas cristalinas. El fondo o la luz, vete tú a saber, hace que el fondo del río coja un color verde turquesa, de vez en cuando, una pequeña cascada. Aquí debe haber unas truchas como tiburones.




Hora del baño











Qué frrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrío










Buitrejos aprovechando las corrientes de aire










El cañón del tajo en su esplendor.












Foto del biciclista. Me parece que se nota demasiado que estoy metiendo tripa (es que luego me llaman foca).









¿un bañito?












Pues yo sí que me lo dí... qué gozada.













Un esforzado ciclista en plena subida, parece que le pesa un poco el culo.













Conclusiones:

-Ruta con nota DIEZ. Paisajes, fácil, agradecida. Viendo que se puede hacer en verano, se recomienda para todo el año, en invierno nevado, en otoño con sinfonía de colores...

-Obviamente, hay que hacerla empezando aguas abajo, para ir subiendo y luego hacer el regreso aprovechando los descensos.

-Aunque hay muchas fuentes, quizá en julio-agosto o años muy secos ya no echen agua cuando vayamos, así que conviene llevar algo porsiaca.



Dan ganas de bajar ¿eh?

martes, 21 de junio de 2011

Leganés - Aranjuez

En mi nueva situación de parado (casi) pero no quieto estoy disfrutando de la vida, por lo menos, de la parte que se puede disfrutar sin dinero, que es mucha. Una de las ventajas que he obtenido de esta nueva situación es la práctica de deporte a horas normales, ni madrugadas ni trasnochadas. Además, puedo incluso hacer tiradas largas de bicicleta o de correr tranquilamente, ya que por suerte mi chica está trabajando y los niños en el cole; así, salgo a correr o con ajofaifa.

Le tenía ganas a esta ruta. Soy de buscar destinos en un mapa, buscar en la cartografía los caminos que los unen y salir a intentar conseguirlo. Leganés-Aranjuez, quizá el origen del recorrido no sea muy glamuroso, pero es donde vivo. Así que aunque el nombre quizá no sea muy llamativo ni creo que se inscriba en el registro de Grandes Rutas de Europa, yo me lo pasé estupendamente y disfruté de la bici como un enano.

Leganés - Parla

Salí sin madrugar, había que dejar a los niños en el cole. Camino de paseo por Polvoranca y Bosquesur, como cualquier otro deportista matinal o jubilado-parado de los que por allí se encuentra uno una mañana de miércoles. Pero ese ciclista algo entrado en carnes tenía en su pequeño cerebro un recorrido valiente: llegar a Aranjuez desde Leganés pisando el menor asfalto posible.



Tras llegar a Fuenla, hay que atravesar esta ciudad por su eje principal, Luis Sauquillo, hasta salir a la carretera de Humanes. Justo en la primera rotonda sale el camino que llega hasta el hospital de Parla. Ya empieza a ser camino rural, aunque todavía infectado por la urbe, algunos escombros, alguna chabola, algún jubinauta perdido y acalorado (¿no se perderá alguno por esos caminos y se quedará seco como una pasa mientras le busca su familia? Eso pensarán ellos de mí, supongo).

Cuando estuve viviendo en Fuenla, me sorprendía coger un camino y de repente estar en el campo. Yo llegaba de Aluche y el campo rural era lo que había cuando se cogía el coche para ir al pueblo o a trabajar o de excursión. Sin embargo, en la entrañable Fuenla cogía la bici o incluso corriendo y en unos minutos estaba en el campo. En Leganés también es posible, aunque está más cerca de Madrid y es más grande, por lo que la transición ciudad-campo es más gradual.

Pero desde Fuenla, por el camino antedicho, llegué hasta Parla entre campos de cereal. Aparece uno en la esquina sur del casco urbano, justo en el hospital.

Parla-Esquivias



Desde el mismo hospital, dirección sur, llegamos en un ratito a Torrejón de Velasco. Ya sí estamos en el mundo rural, amigos. Atravieso el pueblo -una foto al castillo de Puñoenrostro para enseñársela a Nicolás que está con el tema medieval en el cole- y camino de Esquivias.

El camino más corto está cortado por una obra del ave, así que tuve que rectificar y buscarme otro. Desde la Fuente de la Teja, tuve que subir un alto, que me tocó bastante la moral, porque en plena subida tuve que presupuestar y organizar dos trabajos para el día siguiente, alquilando una estación total, quedando con un jefe de obra en Villanueva de la Cañada y con un operario de sondeos en la calle Boiro, también me llamaron de la oficina para otro encarguito y un colega para ver si le ayudaba a configurar su GPS de topografía. Todo esto subiendo y bajando por un camino que era una montaña rusa y con un calor del copón. Después el amigo guguelmaps me ha mostrado que mejor hubiera sido coger el camino de enfrente desde la ermita; me dejé aconsejar por otro jubilao perdido y así me fue.





Así que con más calor y algún kilómetro más de los que quisiera llegué a Esquivias. Comí un poco, un traguito de agua y hala, caminito y manta.

Esquivias-Aranjuez. La cagada de Alameda de la Sagra.




La idea era ir hasta Borox, pero sin entrar en Borox. Desde allí debía coger un valle que me llevaría hasta la carretera de Aranjuez. Pues no, por no pisar asfalto, elegí un camino que se desvió demasiado de la carretera y me llevó hasta Alameda de la Sagra. La verdad es que iba tan distraído por los caminos rodeados de campos de cereal, pensando en mis cosas y recibiendo la brisa -aún en esta época esa brisita refresca, en quince días, ese viento parece llegar del infierno- que no presté demasiada atención. Cuando me dí cuenta ya era tarde y retroceder me dió una pereza de la muerte, así que seguí hasta Alameda de la Sagra.




Lo malo de este desvío es que ya me obligó a coger la carretera hasta Aranjuez. Desde Alameda de la Sagra, fueron 29 kilómetros de asfalto. Una pequeña cagada, la siguiente desde luego habrá que andar con más cuidado para enganchar el camino de Borox.




Desde Alameda, a Añover y unos cuantos kilómetros de rectas después crucé el río por la A-4 y pillé la carretera antigua a Aranjuez. Me detuve para explorar La Barca de Añover, un antiguo sistema de cruzar el Tajo que me hubiera venido genial, pero aunque tiré del cable todo lo que pude, debía estar asegurada en la otra orilla porque el chisme no se movió ni un centímetro. Una pena, por lo pintoresco y por lo que me hubiera ahorrado de asfalto ardiente.

Llegué a Aranjuez, tenía idea de sacar el billete de tren y darme una vueltina por el palacio, la plaza y todo eso. Resulta que estaba el tren casi moviéndose cuando llegué, me subí al vagón y la puerta casi me pilla la rueda de la bici, así que la opción turística la dejaré para otra ocasión.

Enseguida está uno de vuelta en Leganés, así que me duché, un bañito en la piscina y a buscar a los niños.



Conclusiones

-Una ruta preciosa, que se aleja gradualmente de la ciudad apestosa para encontrarse con el mundo rural de caminos, olivares y campos de cereal.

-La elección de caminos puede mejorar, salieron 70kms y creo que se pueden rebajar más de 10.

-Demasiado calor, todavía no había empezado en serio la calorina de final de junio y ya pasé un buen rato con la boca más seca que el ojo de una tuerta.

-La llegada desde Borox a la carretera de Aranjuez hay que explorarla bien o aventurarse a las bravas, ví que había muchas fincas privadas así que a la siguiente no sé si seré capaz de llegar sin saltar una valla o sin que me devore algún perraco.